Tomando al vuelo un libro, encontré un párrafo subrayado. El fragmento pertenece a un cuento titulado «El monje negro» de Antón Chéjov: «—¡Qué buena suerte la de Buda, Mahoma y Shakespeare es no tener parientes solícitos ni médicos que los curasen de inspiración y entusiasmo! —dijo Kovrin—. Si Mahoma hubiera tomado bromuro de potasio para los nervios, si hubiera trabajado sólo dos horas al día y tomado leche, ese hombre extraordinario hubiera dejado tras sí tan poco como dejó su perro. Lo que los médicos y parientes solícitos consiguen al cabo es idiotizar a la humanidad y, haciendo pasar por genio a la mediocridad, destruir la civilización. ¡Si supieran ustedes —exclamó Kovrin con despecho— lo agradecido que les estoy!»
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