Pero quitadles su divertimiento, los veréis secarse de hastío.
BLAISE PASCAL, Pensamientos
Era una fiesta concurrida
donde había alcohol, música y luces multicolores. En un rincón, un joven de
aspecto agobiado miraba bailar a las mujeres cuerdas y a los hombres cuerdos.
Para no atentar contra algo que se engendraba en él, había evitado las bebidas.
Ese algo era un Pensamiento.
Hacía años había amado a una
muchacha. Ella nunca lo supo. Luego amó a otra; ésta, al escuchar la confesión,
miraba impaciente hacia un costado. Cuando se enamoró por tercera vez (con
resultados similares) el Pensamiento ya había adquirido una forma fetal.
La expresión taciturna del
joven llamó la atención de la mujer más cuerda de las allí presentes. Se acercó
y se acomodó a su lado, rozándolo con el hombro esquelético. La mujer habló y
él no comprendió sus palabras. En un principio, creyó que se debía al
estruendo de los bafles. Luego se percató, con confuso horror, que la razón era
otra. Profiriendo un gemido, procuró alejarse. Pero al mirar alrededor se dio
cuenta de que las mujeres cuerdas y los hombres cuerdos también eran grotescos
y repelentes cadáveres. Algo, una voz a su espalda, susurró:
—¡Quiero placeres, dame
divertimentos, acumulo orgasmos!
El joven, desesperado, intentó
huir, pero el susurro lo persiguió despiadadamente. De rodillas, cayó al suelo.
Al no cesar la tortura, se tapó los oídos con las manos, se golpeó la cabeza
con los puños y, como nada de esto surtiera efecto, emprendió a cabezazos
contra el piso.
Inconsciente, ensangrentado,
fue sacado del lugar.
Juan Cruz Caminante
Juan Cruz Caminante
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