sábado, 4 de diciembre de 2010

Cartas a un joven poeta (fragmentos)

Por sugerencia de un buen hombre, he leído las Cartas a un joven poeta. Quisiera resaltar algunos fragmentos que me impresionaron vivamente.

“Pregunta usted si sus versos son buenos. Me lo pregunta a mí. Antes se lo ha preguntado a otros. Los envía a revistas. Los compara con otras poesías, y se inquieta cuando en ciertas redacciones rechazan sus ensayos. Ahora (ya que usted me ha permitido aconsejarle), ruégole que abandone todo eso. Usted mira a lo exterior, y esto es, precisamente, lo que no debe hacer ahora. Nadie puede aconsejar, ni ayudar; nadie. Solamente hay un medio: retorne a usted. Investigue la causa que lo impele a escribir; examine si ella extiende sus raíces en lo más profundo de su corazón. Confíese si le sería preciso morir en el supuesto que escribir le estuviera vedado*. (...) Una obra de arte es buena cuando ha sido creada necesariamente”.

En la carta número tres, Rilke aconseja:

"Y ahora un ruego; lea usted lo menos posible cosas de crítica estética; o son opiniones de escuela, petrificadas y escurridas de sentido por un endurecimiento ya sin vida, o hábiles juegos de palabras en que hoy prevalece esta opinión y mañana la opuesta. Las obras de arte son de una infinita soledad, y por nada tan poco abordables como por la crítica. Solamente el amor puede comprenderlas y tratarlas y ser justo con ellas”.

*En la nota al pie de la primera carta, se acota: «Rilke tuvo siempre aversión por la crítica y por el espíritu de sistema, así en el orden literario como en el filosófico. "Jamás leo que se publica sobre mis trabajos” [carta a Herman Pongs, 17-81924; veáse Dichtung und Volkstum 37 (1936) pág. 105]. “Nunca he leído a los filósofos, excepto, en estos últimos años (alrededor de 1924) a Schopenahuer: algunas páginas". (Ibíd. pág. 106)»




Rainer María Rilke, Cartas a un joven poeta. Dylan Thomas, Manifiesto poético, Ediciones del 80, Buenos Aires, 1982.

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