He imaginado la siguiente escena. Un hombre ensimismado, de mirada dura, está sentado en un bar, frente a otro. Éste es un joven cortés y, si se quiere, de rasgos agradables. El hombre y el joven conversan. Las palabras del primero son hachazos. El joven, solícito, intenta comprender. Hace más de media hora que observa al hombre. Progresivamente, nota que la frente de éste se surca de arrugas. Cuánto más se esfuerza por aclarar sus ideas (a hachazos) las arrugas se multiplican y forman una especie de áspera red. Desde su posición, con estupor, el joven cree ver en ella la parte frontal de una corona de espinas.
domingo, 22 de agosto de 2010
Nota 2: la corona de espinas
He imaginado la siguiente escena. Un hombre ensimismado, de mirada dura, está sentado en un bar, frente a otro. Éste es un joven cortés y, si se quiere, de rasgos agradables. El hombre y el joven conversan. Las palabras del primero son hachazos. El joven, solícito, intenta comprender. Hace más de media hora que observa al hombre. Progresivamente, nota que la frente de éste se surca de arrugas. Cuánto más se esfuerza por aclarar sus ideas (a hachazos) las arrugas se multiplican y forman una especie de áspera red. Desde su posición, con estupor, el joven cree ver en ella la parte frontal de una corona de espinas.
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