309. Sobre la séptima soledad
Un día el caminante cerró con violencia una puerta tras de sí, se detuvo y se puso a llorar. Luego dijo: “¡Estoy harto de esta inclinación, de este impulso a lo verdadero, a lo real, a la no aparente, a lo cierto! ¿Por qué me persigue precisamente a mí este acosador sombrío y apasionado? Me gustaría tomarme un descanso, ¡pero no me lo permite! ¡Y cuántas cosas me sugieren la seducción del descanso! Por todas partes veo jardines de Armida; ¡por eso sufre mi corazón nuevos desgarrones y nuevas amarguras! He de seguir avanzando, levantar estos pies cansados y heridos; a medida que avanzo, no tengo para las cosas bellas que no han logrado retenerme más que una mirada furiosa… ¡porque no lograron retenerme!”
Friedrich Nietzsche, La Gaya Ciencia, ed. Gradifco, Bs. As., 2007.
Un día el caminante cerró con violencia una puerta tras de sí, se detuvo y se puso a llorar. Luego dijo: “¡Estoy harto de esta inclinación, de este impulso a lo verdadero, a lo real, a la no aparente, a lo cierto! ¿Por qué me persigue precisamente a mí este acosador sombrío y apasionado? Me gustaría tomarme un descanso, ¡pero no me lo permite! ¡Y cuántas cosas me sugieren la seducción del descanso! Por todas partes veo jardines de Armida; ¡por eso sufre mi corazón nuevos desgarrones y nuevas amarguras! He de seguir avanzando, levantar estos pies cansados y heridos; a medida que avanzo, no tengo para las cosas bellas que no han logrado retenerme más que una mirada furiosa… ¡porque no lograron retenerme!”
Friedrich Nietzsche, La Gaya Ciencia, ed. Gradifco, Bs. As., 2007.
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