El prólogo de Temor y temblor comienza con el epígrafe:
Lo que Tarquino el Soberbio daba a entender
con las amapolas de su jardín, su hijo lo comprendió,
pero no el mensajero.
Sabemos que Tarquino el Soberbio fue el séptimo y último rey de Roma. Según Valerio Máximo, cuando el hijo de Tarquino se hubo apoderado de Gabies, envió un mensajero a preguntarle a su padre qué debía hacer. Tarquino, que desconfiaba del mensajero, lo llevó a su jardín y, sin decir palabra, tronchó con su bastón las amapolas más grandes. Con este epígrafe, Kierkegaard indica que la obra tiene un sentido secreto que debe ser descubierto por el lector, y ante todo por la novia con quien ha roto oficialmente: Regina Olsen. Había pensado primero poner como epígrafe al libro estas palabras:
—¿Escribes para quién?
—Escribes para los muertos, para aquellos que amas en el pasado.
—¿Me leerán, pues?
—No.
A continuación un fragmento de dicho prólogo:
«El presente autor de ningún modo es un filósofo; es poetice et eleganter, un escritor aficionado, que no escribe sistemas ni promesas de sistema; no ha caído en el exceso de sistema ni se ha consagrado al sistema. Para él, escribir es un lujo; y tanto más gana en evidencia y en placer cuanto menos compradores y lectores tienen sus producciones (…) El autor prevé su suerte: pasará completamente inadvertido»
Fuente: Temor y temblor, Sören Kierkegaard, editorial Losada, Buenos Aires, 2008.
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