domingo, 24 de julio de 2011

Los treinta

Éste era Jesús, que al empezar tenía treinta años (...) Lucas, 3, 23.


Cuando Zaratustra tenía treinta años abandonó su patria y el lago de su patria y marchó a las montañas.

Friedrich Nietzsche, Así habló Zaratustra



Y Siddhartha vivió como un príncipe hasta los veintinueve años de edad.



Asimismo, y durante todos los días de una vida sin brillo, el tiempo nos lleva. Pero siempre llega un momento que hay que llevarlo. Vivimos del porvenir: "mañana, "más tarde", "cuando tengas una posición", "con el tiempo comprenderás". Estas inconsecuencias son admirables, pues, al fin y al cabo, se trata de morir. Llega, no obstante, un día en que el hombre hace constar o dice que tiene treinta años. Así afirma su juventud. Pero al mismo tiempo se sitúa en relación con el tiempo. Ocupa en él su lugar. Reconoce que se halla en cierto momento de una curva que confiesa que debe recorrer. Pertenece al tiempo, y con ese horror que se apodera de él, reconoce en aquél a su peor enemigo. El mañana anhelaba el mañana, cuando todo él debía rechazarlo.

Albert Camus, El mito de Sísifo



—¿Nick? —me preguntó de nuevo.
—¿Qué?
—¿Quieres?
—No... Acabo de recordar que hoy es mi cumpleaños.
Cumplía los treinta. Ante mí se extendía la prodigiosa y amenazadora senda de una nueva década. (...) Treinta años: la promesa de una década de soledad, una lista cada vez más breve de solteros que frecuentar, un cargamento de entusiasmos cada vez más insignificantes, unos cabellos cada vez menos espesos. (...) Y así seguimos avanzando hacia la muerte a través del frescor del crepúsculo.

Francis Scott Fitzsgerald, El gran Gatsby