Este chiste podría aplicarse tranquilamente al proverbio judío: "Cuando el hombre piensa, Dios ríe".
lunes, 21 de septiembre de 2009
domingo, 20 de septiembre de 2009
Poema de los dones
Que nadie rebaje a lágrima o reproche
esta declaración de la maestríade Dios, que con magnífica ironía
me dio a la vez los libros y la noche.
De esta ciudad de libros hizo dueño
a unos ojos sin luz, que sólo pueden
leer en la bibliotecas de los sueños
los insensatos párrafos que ceden
las albas a su afán. En vano los días
les prodiga sus libros infinitos
arduos como los arduos manuscritos
que perecieron en Alejandría.
De hambre y de sed (narra una historia griega)
muere un rey entre fuentes y jardines;
yo fatigo sin rumbo los confines
de esta alta y honda biblioteca ciega.
a unos ojos sin luz, que sólo pueden
leer en la bibliotecas de los sueños
los insensatos párrafos que ceden
las albas a su afán. En vano los días
les prodiga sus libros infinitos
arduos como los arduos manuscritos
que perecieron en Alejandría.
De hambre y de sed (narra una historia griega)
muere un rey entre fuentes y jardines;
yo fatigo sin rumbo los confines
de esta alta y honda biblioteca ciega.
Enciclopedias, Atlas, el Oriente
y el Occidente, siglos, dinastías,
símbolos, cosmos y cosmogonías
brindan los muros, pero inútilmente.
Lento en mi sombra, la penumbra hueca
exploro con el báculo indeciso,
yo, que me figuraba el Paraíso
bajo la especie de una biblioteca.
Algo que no se nombra, ciertamente,
con la palabra azar rige estas cosas;
otro ya recibió en otras borrosas
tardes, los muchos libros y la sombra.
Al errar por las lentas galerías
suelo sentir con vago horror sagrado
que soy el otro, el muerto, que habrá dado
los mismos pasos en los mismos días.
¿Cuál de los dos escribe este poema
de un yo plural y de una sola sombra?
¿Qué me importa la palabra que me nombra
si es indiviso y uno el anatema?
Grousacc o Borges, miro este querido
mundo que se deforma y apaga
en una pálida ceniza vaga
que se parece al sueño y al olvido.
Jorge Luis Borges, (1960)
viernes, 18 de septiembre de 2009
Arte poética
Arte poética
Mirar el río hecho de tiempo y agua
y recordar que el tiempo es otro río,
saber que nos perdemos como el río
y que los rostros pasan como el agua.
Sentir que la vigilia es otro sueño,
que sueña no soñar, y que la muerte
que teme nuestra carne es esa muerte
de cada noche que se llama sueño.
Ver en el día o en el año un símbolo
de los días del hombre y sus años,
convertir el ultraje de los años
en una música, un rumor y un símbolo,
ver en la muerte el sueño; en el ocaso
un triste oro, tal es la poesía
que es inmortal y pobre. La poesía
vuelve como la aurora y el ocaso.
A veces en las tardes una cara
nos mira desde el fondo de un espejo;
el arte debe ser como ese espejo
que nos revela nuestra propia cara.
Cuentan que Ulises, harto de prodigios,
lloró de amor al divisar su Itaca
verde y humilde. El arte es esa Itaca
de verde eternidad, no de prodigios.
También es como el río interminable
que pasa y queda y es cristal de uno mismo
Heráclito inconstante, que es el mismo
y es otro, como el río interminable.
y recordar que el tiempo es otro río,
saber que nos perdemos como el río
y que los rostros pasan como el agua.
Sentir que la vigilia es otro sueño,
que sueña no soñar, y que la muerte
que teme nuestra carne es esa muerte
de cada noche que se llama sueño.
Ver en el día o en el año un símbolo
de los días del hombre y sus años,
convertir el ultraje de los años
en una música, un rumor y un símbolo,
ver en la muerte el sueño; en el ocaso
un triste oro, tal es la poesía
que es inmortal y pobre. La poesía
vuelve como la aurora y el ocaso.
A veces en las tardes una cara
nos mira desde el fondo de un espejo;
el arte debe ser como ese espejo
que nos revela nuestra propia cara.
Cuentan que Ulises, harto de prodigios,
lloró de amor al divisar su Itaca
verde y humilde. El arte es esa Itaca
de verde eternidad, no de prodigios.
También es como el río interminable
que pasa y queda y es cristal de uno mismo
Heráclito inconstante, que es el mismo
y es otro, como el río interminable.
1960
Jorge Luis Borges
Suscribirse a:
Entradas (Atom)